sábado, 26 de noviembre de 2011

Tríptico del Santo Rosario en latín para imprimir

Ofrecemos las plantillas para imprimir en tríptico el Santo Rosario en latín. Para hacerlo basta con descargar o copiar en el equipo cada una de las fotos y abrirlas e imprimirlas normalmente en una misma hoja de papel (una en la primera cara y la otra en la segunda). Esperamos sinceramente que ello sea de utilidad y provecho espiritual para nuestros amables lectores.



martes, 22 de noviembre de 2011

Monseñor Valentín Miserachs Grau habla en ocasión del centenario del Pontificio Instituto de Música Sacra


En este día de santa Cecilia, celestial patrona de los músicos (y de ROMA AETERNA), nada más oportuno que reproducir la brillante intervención de Mons. Valentín Miserachs Grau tratando del centenario del Pontificio Instituto de Música Sacra, del que es dignísimo presidente. La misma tuvo lugar el pasado domingo 6 de noviembre en Roma, durante la XX Asamblea General de la Federación Internacional Una Voce. Ofrecemos a nuestros lectores las versiones española e italiana (original) y, desde estas líneas, manifestamos nuestro profundo agradecimiento a Monseñor Miserachs por su gentileza y benevolencia.




IMPLICACIONES DE UN CENTENARIO
PONTIFICIO INSTITUTO DE MUSICA SACRA (1911-2011)

El Pontificio Instituto de Música Sacra fue fundado por san Pío X en 1911. El breve pontificio Expleverunt de aprobación y laudatorio lleva la fecha del 14 de noviembre de 1911, pero las actividades habían ya comenzado el 5 de enero de dicho año con la celebración de una santa misa de impetración de gracias. Los cursos propiamente dichos dieron inicio el 9 de enero siguiente. Todo el año académico 2010-2011 ha sido dedicado a la conmemoración del centenario de la fundación de lo que se llamó inicialmente “Escuela Superior de Música Sacra”, pero que bajo el pontificado de Pío XI fue incluida entre las universidades y ateneos eclesiásticos romanos, tomando definitivamente el nombre de “Pontificio Instituto de Música Sacra”.

En el clima de renovación litúrgico-musical que caracterizó la segunda mitad del Ochocientos, en busca de las fuentes puras de la música sacra y que cristalizó en el famoso “motu proprio” de san Pío X Inter sollicitudines, se adquirió la persuasión de que no habría sido posible actuar el programa de la reforma sin escuelas de música sacra. Fue en el seno de la Associazione Italiana Santa Cecilia (AISC) en el que maduró la idea de fundar una escuela superior en Roma, lugar ciertamente el más adecuado en cuanto centro del mundo católico. Desde los primeros proyectos hasta la apertura de la escuela pasaron nada menos que ¡treinta años!

El PIMS fue concebido desde el principio –y se ha mantenido substancialmente fiel a esta vocación– como centro de alta formación especializada en las principales ramas de la música sacra: canto gregoriano, composición, dirección coral, órgano y musicología. No se trata, por lo tanto, de un conservatorio, con el estudio de los diferentes instrumentos, sino de un centro universitario específico de música sacra. Es obvio que, a la música sacra subyace la música tout court: en el curso de composición, por ejemplo, se comienza, como en cualquier conservatorio, por el estudio de la armonía, el contrapunto y la fuga, para pasar luego al de la variación, la forma sonata y la orquestación, antes de llegar a las formas exquisitamente sacras: el motete, la misa, el oratorio.  El Instituto ha adherido a la Convención de Bolonia, adecuando sus propios programas y cursos a los nuevos parámetros propuestos en ella. Es en este nuevo espíritu en el que se ha instituido un bienio superior de piano, cuyo estudio, como materia complementaria, se hallaba ya ampliamente presente en nuestros cursos.

Hay que subrayar que, en el año académico apenas transcurrido, alcanzamos el máximo histórico de población escolar con 140 matrículas de alumnos provenientes de Italia en una tercera parte, mientras el resto se puede decir que proviene de los cinco continentes. Al estudio de las diferentes disciplinas hay que añadir actividades exquisitamente musicales como la hermosa temporada de conciertos (que ve mayoritariamente entre sus principales protagonistas a nuestros profesores y alumnos) y, naturalmente, en modo periódico, solemnes celebraciones litúrgicas con canto.   

El PIMS no es un organismo de la Iglesia, destinado a la normativa de la música sacra (¡ojalá), sino una escuela en la cual aprender, con el estudio y con la práctica, a convertirse en levadura y ejemplo para las diferentes iglesias esparcidas por todo el orbe católico.

Para conmemorar de manera adecuada una tan feliz efeméride, se comenzó por organizar la temporada de conciertos 2010-2011 con programas especialmente exigentes y referidos al arco histórico de estos cien años, a las diferentes asignaturas de nuestra enseñanza y a los personajes que más se han distinguido en la vida del Instituto. Es de destacar la santa misa que yo mismo celebré en rito romano clásico en la iglesia de los Santos Juan y Petronio en la Via del Mascherone, precisamente el pasado 5 de enero de 2011 y tal como nuestro primer presidente, el R.P. Angelo De Santi, S.I., quiso lanzar las actividades de la naciente escuela, a saber, con el santo sacrificio oficiado “en la intimidad”, con la presencia de sólo algunos profesores y alumnos. Opté por el rito antiguo sea por fidelidad histórica como para dar una alegría espiritual a profesores y alumnos que desde hacía tiempo me pedían (y son numerosos) que de vez en cuando se celebre la santa misa en la forma extraordinaria.

 En la última semana del mes de mayo tuvieron lugar los actos más importantes, a saber: la publicación de un grueso volumen que, con el título “Cantemus Domino”, recoge los diferentes y poliédricos aspectos de la historia de estos cien años; la edición de una colección de CD de música del Instituto; la celebración de un importante congreso internacional de música sacra, que contó con la participación de más de cien relatores y se cerró brillantemente con un concierto extraordinario y una solemne misa de acción de gracias. Durante el congreso, tres importantes personalidades vinculadas a la música sacra –a las que se había conferido el doctorado honoris causa, dieron sendas lecciones magistrales que fueron muy apreciadas.

Quisiera poner en relieve que el Santo Padre Benedicto XVI se hizo presente a nuestras fiestas centenarias por medio de una carta suya dirigida a nuestro gran canciller, el cardenal Zenon Grocholewski, en la cual rememoraba los méritos del Instituto a lo largo de sus cien años de historia y nos ha recordado lo importante que es para el futuro continuar labrando en el surco de la gran tradición, condición indispensable para una puesta al día que tenga todas las garantías que la Iglesia ha señalado siempre como connotaciones esenciales de la música sacra –santidad, bondad de formas (arte verdadero) y universalidad– en el sentido que pueda ser ella propuesta a todos, sin cerrarse en formas abstrusas o elitistas y mucho menos replegarse a imitaciones de banales productos de consumo.

He aquí el dedo en la llaga: la invasión en nuestras iglesias de una ola de músicas pseudo-litúrgicas verdaderamente impresentables, tanto en el texto como en la composición. Y, sin embargo, la voluntad de la Iglesia aparece claramente manifestada en las palabras del Santo Padre a las que acabo de aludir. Con expresiones similares ya se había dirigido a nosotros en el discurso que pronunció con ocasión de su visita al PIMS en 2007. Todavía está fresco en nuestra memoria el quirógrafo que el beato papa Juan Pablo II escribió el 22 de noviembre de 2003, para conmemorar el centenario del  motu proprio Inter sollicitudines de San Pio X (22 de noviembre de 1903), asumiendo enteramente los principios más importantes de este documento capital, sin olvidar cuanto el concilio Vaticano II había expresado claramente en el capítulo VI de la constitución Sacrosanctum Concilium sobre Sagrada Liturgia siguiendo prácticamente las huellas de aquel santo pontífice que quería que su motu proprio tuviese valor de “código jurídico de la música sacra”. Y aquí uno se pregunta: si también en nuestro tiempo la voluntad de la Iglesia es inequívocamente manifiesta, ¿cómo es que la praxis musical de nuestras iglesias se aparta en modo tan evidente de la sana doctrina?

En la raíz de todo hay varios problemas que deben ser considerados. Por ejemplo, el del repertorio. Hemos aludido a una doble dimensión: el peligro de encerrarse en un círculo restringido que querría experimentar en la liturgia nuevas composiciones consideradas de alta calidad. A propósito de esto hay que decir que la evolución del lenguaje musical hacia horizontes inciertos provoca que el disenso entre la música llamada “seria” y la sensibilidad del pueblo se haga cada vez más profundo. La música litúrgica debe ser “universal”, es decir, presentable a todo tipo de “público”. Es difícil que hoy se escriba buena música con esta característica esencial. No discuto el valor de ciertas producciones contemporáneas, incluso sacras, pero sí la oportunidad de su inserción en la liturgia: no se puede transformar el “oratorio” en “laboratorio” de experimentos.

El segundo aspecto del problema deriva de una falsa interpretación de la doctrina conciliar relativa a la música sacra. Es un  hecho que la “renovación” litúrgica post-conciliar (incluyendo la falta casi total de una normativa vinculante a alto nivel) ha consentido una progresiva degradación de la música litúrgica, hasta convertirse las más de las veces en música de consumo, sobre parámetros de la música ligera más vulgar. Esta triste praxis determina no pocas veces una actitud de un agresivo rechazo hacia la verdadera música sacra, de ayer y de hoy, aunque sea sencilla pero escrita según las reglas del arte. Sólo un cambio de mentalidad y una decidida voluntad “reformadora” (que, desgraciadamente, parece todavía lejana) podrían lograr que se recupere en la Iglesia la buena praxis musical, y, con la música, la seriedad de las celebraciones, que no dejarían de atraer, a través de la belleza, a tanta gente, especialmente joven, alejada por la actual praxis imperante, propia de aficionados, falsamente popular, que ha sido erróneamente considerada –quizás hasta en buena fe– como un instrumento eficaz de acercamiento.  

Sobre la capacidad de involucración de la que es capaz la buena música litúrgica quisiera añadir tan sólo lo que constituye mi propia experiencia personal. Tengo la fortuna de actuar, desde hace casi cuarenta años, como maestro de capilla de la basílica romana de Santa María la Mayor, donde todos los domingos y fiestas se celebra la santa misa capitular en latín, con canto gregoriano y polifonía y con intervención de órgano (y, en las solemnidades mayores, también con el de un sexteto de metales). Puedo asegurar que los fieles llenan las naves de la basílica y nunca faltan personas, conmovidas hasta las lágrimas, que se acercan para agradecer y que, incluso, especialmente después del canto final del himno a la Madonna Salus Populi Romani, aplauden, sin poder contener la emoción. ¡La gente está sedienta de buena música! Ésta llega directamente al corazón y es capaz hasta de obrar clamorosas conversiones.

Otro punto cardinal de la buena música litúrgica, siempre recordado por el magisterio de la Iglesia, se refiere al primado del órgano de tubos. El órgano ha sido siempre considerado como el instrumento príncipe de la liturgia romana y, en consecuencia, tenido en gran honor y estima. Ya se sabe que otros ritos usan instrumentos distintos o sólo el canto sin ninguna suerte de acompañamiento instrumental. Pero la Iglesia Romana –y también las confesiones nacidas después de la reforma luterana– ven en el órgano el instrumento privilegiado, en modo diríase exclusivo en los países latinos, en tanto en los de tradición anglosajona es frecuente en la liturgia la intervención también de la orquesta. Esto no se debe al capricho o a la casualidad: el órgano tiene raíces muy antiguas y ha salido airoso durante largos siglos en su camino de perfeccionamiento. La calidad de su sonido (producido y sostenido por el aire insuflado en los tubos, homologable al emitido por la voz humana) y la riqueza fónica que le es propia y que lo convierte en todo un mundo en sí mismo (en efecto, ¡no se trata de un sucedáneo de la orquesta!) justifican la predilección que la Iglesia nutre hacia él. No en vano el concilio Vaticano II dedica inspiradas palabras al órgano cuando dice que su sonido puede aportar un esplendor notable a las ceremonias eclesiásticas y levantar poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales, retomando así la doctrina anterior, sea de san Pío X que del venerable Pío XII (especialmente en su espléndida encíclica Musicae sacrae disciplina. Quisiera recordar al respecto que una de las publicaciones del PIMS que ha tenido mayor y más extenso éxito es el opúsculo Iucunde laudemus, que trae los documentos más importantes del magisterio de la Iglesia en materia de música sacra. Recientemente, dado que la primera edición se halla agotada, hemos dado a la imprenta una nueva, actualizada con los últimos documentos, tanto del magisterio precedente como del magisterio del actual pontífice.

En el curso de esta rápida ojeada a los principales puntos que se hallan en la base de una buena praxis musical llega, por último, el que debería ser el primero en ser considerado, o sea: el canto gregoriano. El gregoriano es el canto oficial de la Iglesia romana, como reitera el Vaticano II. Su repertorio comprende miles de piezas: antiguas, menos antiguas e incluso modernas.  Ciertamente la mayor fascinación es la de las composiciones más antiguas, que se remontan a los siglos X-XI. También en este caso nos hallamos frente a un valor objetivo, en cuanto que el canto gregoriano representa una síntesis del canto europeo y mediterráneo, emparentado con el verdadero y auténtico canto popular, incluso de las regiones más lejanas del mundo. Es un canto profundamente humano, esencial, en la riqueza y variedad de los modos, en la libertad rítmica siempre al servicio de la palabra, en la diversidad y diferente grado de dificultad de cada una de las piezas, según el sujeto al que se confía su ejecución, etc. Es un canto que ha encontrado en la Iglesia su “humus” más compatible, y que constituye un tesoro único, de inestimable valor, incluso bajo el punto de vista meramente cultural.

Por eso, el redescubrimiento del canto gregoriano es condición indispensable para devolver su dignidad al canto litúrgico. Y no únicamente como repertorio válido en sí mismo, sino también como ejemplo y fuente de inspiración para nuevas composiciones, como en el caso de los grandes polifonistas del Renacimiento, que, siguiendo los postulados del concilio de Trento, hicieron de la temática gregoriana la estructura que sostiene sus maravillosas composiciones. Si en el canto gregoriano tenemos el camino maestro, ¿por qué no seguirlo y obstinarnos, en cambio, en practicar senderos que, en muchos casos, conducen a ninguna parte? Pero para llevar a cabo este trabajo se necesita contar con personas talentosas y bien preparadas. Tal es el objeto del Pontificio Instituto de Música Sacra. Es por estos nobles ideales por los que se ha batido durante cien años y continuará haciéndolo en el futuro, en la convicción de rendir un servicio indispensable a la Iglesia universal en un campo de primerísima importancia como es el de la música sacra. De ello estaba tan convencido san Pío X que no dudó en escribir en la introducción de su motu proprio estas áureas palabras:

Entre los cuidados propios del oficio pastoral, no solamente de esta Cátedra, que por inescrutable disposición de la Providencía, aunque indigno, ocupamos, sino también de toda iglesia particular, sin duda uno de los principales es el de mantener y procurar el decoro de la casa del Señor, donde se celebran los augustos misterios de la religión y se junta el pueblo cristiano a recibir la gracia de los sacramentos, asistir al santo sacrificio del altar, adorar al augustísimo sacramento del Cuerpo del Señor y unirse a la común oración de la Iglesia en los públicos y solemnes oficios de la liturgia. (…) Por lo que de motu proprio y a ciencia cierta publicamos esta nuestra Instrucción, a la cual, como si fuese Código jurídico de la música sagrada, queremos con toda plenitud de nuestra Autoridad Apostólica se reconozca fuerza de ley, imponiendo a todos por estas letras de nuestra mano la más escrupulosa obediencia”. Sería verdaderamente deseable que el coraje de san Pío X encontrara eco también en la Iglesia de nuestros días.

Roma,  2011
                                                                                 
Maestro Mons. Valentino Miserachs Grau
Presidente del PIMS




IMPLICAZIONI DI UN CENTENARIO:
IL PONTIFICIO ISTITUTO DI MUSICA SACRA (1911-2011)


Il Pontificio Istituto di Musica Sacra è stato fondato da San Pio X nel 1911; il breve pontificio Expleverunt di approvazione e  lode della Scuola reca la data del 14 novembre 1911, ma le attività avevano già avuto inizio il 5 gennaio dello stesso anno con la celebrazione di una Santa Messa di impetrazione di grazie. I corsi veri e propri iniziarono il 9 gennaio. L’intero anno accademico 2010-2011 è stato dedicato alla commemorazione del centenario di fondazione di quella che si chiamò inizialmente “Scuola Superiore di Musica Sacra”, ma che  sotto il pontificato di Pio XI fu annoverata tra gli atenei e le università ecclesiastiche romane, prendendo definitivamente il nome di “Pontificio Istituto di Musica Sacra.

Nel clima di rinnovamento liturgico-musicale che caratterizzò la seconda metà dell’Ottocento, alla ricerca delle pure sorgenti della musica sacra, e che cristallizzò nel famoso “motu proprio” di San Pio X Inter sollicitudines, ci si rese conto che non sarebbe stato possibile attuare il programma della riforma senza delle scuole di musica sacra. Fu in seno all’Associazione Italiana Santa Cecilia (AISC) che maturò l’idea di fondare una scuola superiore in Roma, luogo certamente più adeguato, in quanto centro di tutto il mondo cattolico. Dai primi progetti fino all’apertura della Scuola passarono ben trent’anni!

Il PIMS fu previsto sin dall’inizio – e si è sostanzialmente mantenuto fedele a questa vocazione – come centro di alta formazione specializzata nei principali rami della musica sacra: canto gregoriano, composizione, direzione corale, organo e musicologia. Non si tratta, dunque, di un conservatorio, con lo studio dei vari strumenti, ma di un centro universitario specifico della musica sacra. È ovvio che alla base della musica sacra c’è la musica “tout-court”; nel corso di composizione, ad esempio, si inizia, come in qualsiasi conservatorio, con lo studio dell’armonia, il contrappunto e la fuga, per passare poi allo studio della variazione, della forma sonata e dell’orchestrazione, prima di giungere alle forme squisitamente sacre: mottetto, messa, oratorio. L’Istituto ha aderito alla convenzione di Bologna, adeguando i propri programmi e corsi ai nuovi parametri da essa proposti. In questo nuovo spirito è stato istituito un biennio superiore di pianoforte, il cui studio, come materia complementare, era già ampiamente presente nei nostri corsi.
Da sottolineare il fatto che, nell’anno appena trascorso, abbiamo raggiunto con 140 iscrizioni il massimo storico della popolazione scolastica, proveniente dall’Italia per un terzo all’incirca, mentre il resto proviene si può dire dai cinque continenti. Allo studio delle varie discipline si affiancano attività squisitamente musicali come la bella stagione dei concerti, che vede per lo più professori e allievi tra i principali protagonisti, e, naturalmente, periodiche solenni celebrazioni liturgiche in canto.

Il PIMS non è un organismo della Chiesa preposto alla normativa della musica sacra (magari!), ma una scuola ove imparare, con lo studio e con la pratica, a diventare lievito ed esempio nelle varie chiese sparse in tutto l’orbe cattolico.

Per commemorare in modo adeguato una così fausta ricorrenza, si incominciò ad impostare la stagione concertistica 2010-2011 con dei programmi particolarmente impegnativi e aderenti all’arco storico di cento anni, alle varie discipline del nostro insegnamento, ai personaggi che più si sono distinti nella vita dell’Istituto. Da sottolineare la Santa Messa da me stesso celebrata in rito romano antico nella Chiesa dei Santi Giovanni e Petronio in via del Mascherone, proprio il 5 gennaio 2011, proprio come era avvenuto cento anni fa, nello stesso giorno e nella stessa Chiesa, quando il nostro primo Preside P. Angelo De Santi, S.I. volle avviare le attività della nascente scuola con una Santa Messa celebrata “nell’intimità”, con pochi professori e pochi allievi presenti; l’ho celebrato in rito antico sia per fedeltà storica che per dare una gioia spirituali a numerosi professori e allievi che da tempo mi chiedevano che ogni tanto si celebrasse la Santa Messa nella forma straordinaria.

 Nell’ultima settimana del mese di maggio hanno avuto luogo gli atti più importanti: pubblicazione di un corposo volume dal titolo “Cantemus Domino” che raccogli i vari poliedrici aspetti della storia di cento anni; edizione di una collana di CD di musiche dell’Istituto;  celebrazione di un importante congresso internazionale di musica sacra che ha visto la presenza di più di cento relatori, con un concerto straordinario e una solenne Santa Messa di ringraziamento. Nel corso del congresso tre  importanti personalità della musica sacra, alle quali è stato conferito il dottorato “honoris causa”, hanno tenuto apprezzatissime lezioni magistrali.

Vorrei sottolineare che il Santo Padre Benedetto XVI si è fatto presente alle feste centenarie tramite una sua lettera indirizzata al nostro Gran Cancelliere, Card. Zenon Grocholewski, in cui ha ricordato le benemerenze dell’Istituto in cento anni di storia, e ci ha ricordato come sia importante anche per il futuro continuare ad operare nel solco della grande tradizione, condizione indispensabile per un aggiornamento che abbia tutte le garanzie che la Chiesa ha sempre richiesto come connotati essenziali della musica sacra liturgica: santità, bontà di forme (arte vera) e universalità, nel senso che la musica liturgica sia a tutti proponibile, senza chiudersi in forme astruse o elitarie, e tanto meno ripiegare su imitazioni di banali prodotti di consumo.

Questo è un tasto dolente, il dilagare cioè nelle nostre chiese di un’ondata di pseudo musiche liturgiche veramente improponibili, sia nel testo che nella musica. Eppure la volontà della Chiesa appare chiaramente dalle parole del Santo Padre or ora ricordate. Con simili espressioni si era a noi rivolto nel discorso che tenne in occasione della visita al PIMS del 13 ottobre 2007.  È ancora fresco nella nostra memoria il chirografo sulla musica sacra che il Beato Papa Giovanni Paolo II scrisse in data 22 novembre 2003 in commemorazione del centenario del “motu proprio” Inter sollicitudines di San Pio X (22 novembre 1903), assumendo “in totum” i principi più importanti di questo capitale documento, senza dimenticare quanto il Concilio Vaticano II aveva chiaramente espresso nel capitolo VI della Costituzione Sacrosanctum Concilium sulla Sacra Liturgia, seguendo praticamente le orme di quel Santo Pontefice che volle che il suo “motu proprio” avesse il valore di “codice giuridico della musica sacra”. Viene da domandarsi: se la volontà della Chiesa viene dichiarata a chiare lettere anche ai tempi nostri, come mai la prassi musicale nelle nostre chiese si discosta in modo così evidente dalla sana dottrina?

Alla radice ci sarebbero vari problemi da considerare. Per esempio, il problema del repertorio. Abbiamo accennato ad una doppia dimensione: il pericolo cioè di chiudersi in una cerchia che vorrebbe sperimentare nella liturgia nuove composizioni ritenute di elevata qualità. Occorre dire che l’evoluzione del linguaggio musicale verso incerti orizzonti fa sì che il divario fra la musica “seria” e la sensibilità del popolo diventi via via più profondo. La musica liturgica deve essere “universale”, cioè proponibile a ogni tipo di “pubblico”. È difficile che oggi si scriva buona musica che rechi questo connotato essenziale. Non discuto sul valore di certe produzioni, anche sacre, contemporanee, ma sull’opportunità del loro inserimento nella liturgia; non si può trasformare “l’oratorio” in “laboratorio” di sperimentazioni.

Il secondo aspetto del problema deriva da una falsa interpretazione della dottrina conciliare relativa alla musica sacra. Sta di fatto che il “rinnovamento” liturgico postconciliare, compresa la mancanza quasi totale di una normativa vincolante ad alto livello, ha consentito un progressivo degrado della musica liturgica, fino a diventare per lo più musica di consumo, sui parametri della più sciatta musica leggera. Questa triste prassi determina talvolta atteggiamenti di uno stizzoso rifiuto nei confronti della vera musica sacra, di ieri e di oggi, sia pur semplice ma scritta a regola d’arte. Solo un ravvedimento e una decisa volontà “riformatrice”, che sembra purtroppo di là da venire, potrebbe riportare in chiesa la buona prassi musicale, e con la musica la serietà delle celebrazioni, che non mancherebbero di attirare, attraverso la bellezza, tanta gente, specie giovani,  allontanati invece dalla imperante prassi dilettantistica, falsamente popolare, che è stata erroneamente ritenuta, magari in buona fede, efficace  strumento di avvicinamento.

Sulla capacità di coinvolgimento di cui è capace la buona musica liturgica vorrei aggiungere soltanto quella che è la mia esperienza personale. Io ho la fortuna di operare, ormai da quasi quarant’anni, come maestro di cappella della romana basilica di Santa Maria Maggiore, ove tutte le domeniche e feste viene celebrata la S. Messa Capitolare in latino, in canto gregoriano e in polifonia, con l’intervento dell’organo e, nelle maggiori solennità, di un sestetto di ottoni. Posso assicurare che i fedeli gremiscono le navate della basilica, e che non mancano mai persone che vengono a ringraziare, commosse fino al pianto, e che addirittura, specie al canto finale dell’Inno alla Madonna “Salus Populi Romani”, battono le mani non potendo contenere l’emozione. La gente è assetata di buona musica! Essa va direttamente al cuore ed è capace di operare persino clamorose conversioni.

Un altro punto cardinale della buona musica liturgica, sempre ricordato dal magistero della Chiesa, riguarda il primato dell’organo a canne. L’organo è stato sempre ritenuto lo strumento principe della liturgia romana e, quindi, tenuto in grande onore e considerazione. Sappiamo bene che altri riti usano altri strumenti, oppure il solo canto senza sorta di accompagnamento strumentale. Ma la Chiesa romana – e anche le chiese nate dopo la riforma luterana – vedono nell’organo lo strumento privilegiato. In modo direi esclusivo nei paesi latini, mentre nei paesi di tradizione anglosassone è frequente nella liturgia anche l’intervento dell’orchestra. Ciò non è dovuto al capriccio o al puro caso: l’organo ha radici molto antiche ed è stato collaudato per lunghi secoli nel suo cammino di perfezionamento. La qualità oggettiva del suo suono prodotto e sostenuto dall’aria insufflata nelle canne, omologabile a quello emesso dalla voce umana, e la ricchezza fonica che gli è propria e che lo rende un mondo a sé – non si tratta infatti di un surrogato dell’orchestra! – giustificano la predilezione che la Chiesa nutre nei suoi confronti. Non per nulla anche il Concilio Vaticano II dedica ispirate parole all’organo quando dice che “il suo suono ha la capacità di aggiungere notevole splendore al culto e di elevare possentemente gli animi a Dio e alle cose celesti”, rievocando così la dottrina precedente, sia di San Pio X, che di Pio XII, specie nella splendida enciclica Musicae sacrae disciplina. Vorrei ricordare a questo proposito che una delle pubblicazioni del PIMS che ha avuto più largo successo è l’opuscolo Iucunde laudemus, che raccoglie i documenti più importanti del magistero della Chiesa relativi alla musica sacra. Proprio in questi giorni, visto che la precedente edizione era completamente esaurita, stiamo dando alle stampe una nuova edizione, aggiornata con ulteriori documenti, sia del magistero precedente che di quello dell’attuale Pontefice.

In questo sia pur rapido sguardo sui punti principali che sono alla base di una buona prassi musicale liturgica, arriva per ultimo quello che dovrebbe essere il primo ad essere considerato, cioè il “canto gregoriano”.Il canto gregoriano è il canto ufficiale della Chiesa romana, come ribadisce il Vaticano II. Il suo repertorio comprende migliaia di pezzi, antichi, meno antichi e addirittura moderni. Certamente il maggior fascino si trova nei brani più antichi, risalenti ai secoli X-XI. Anche in questo caso si tratta di un valore oggettivo, in quanto il canto gregoriano rappresenta una sintesi del canto europeo e mediterraneo, imparentato con il vero e autentico canto popolare, anche delle regioni più lontane del mondo. È un canto profondamente umano, essenziale, nella ricchezza e varietà dei modi, nella libertà ritmica sempre al servizio della parola, nella diversità e vario grado di difficoltà dei singoli brani, a seconda del soggetto a cui è affidata l’esecuzione, etc. È un canto che ha trovato nella Chiesa il suo “humus” più consentaneo, e che costituisce un tesoro unico, di inestimabile valore, anche sotto il punto di vista semplicemente culturale.

Perciò la riscoperta del canto gregoriano è condizione indispensabile per ridare dignità al canto liturgico. E non soltanto come repertorio valido in se stesso, ma anche come esempio e sorgente di ispirazione per le nuove composizioni, come nel caso dei grandi polifonisti del periodo rinascimentale che, seguendo i postulati del concilio tridentino, fecero della tematica gregoriana la struttura portante delle loro meravigliose composizioni. Se nel canto gregoriano abbiamo la strada maestra, perché non seguirla e ostinarci invece a battere sentieri che, in tanti casi, conducono al nulla? Ma per tentare questo lavoro occorre avere persone ben dotate e ben preparate. Tale è lo scopo del Pontificio Istituto di Musica Sacra. Per questi nobili ideali si è battuto durante cento anni, e continuerà a farlo anche nel futuro, convinto di rendere un servizio indispensabile alla Chiesa universale in un campo di primaria importanza qual è la musica sacra liturgica. Ne era talmente convinto San Pio X, che non esitò a scrivere nell’introduzione del suo “motu proprio” queste auree parole: Tra le sollecitudini dell’officio pastorale, non solamente di questa Suprema Cattedra, che per inscrutabile disposizione della Provvidenza, sebbene indegni, occupiamo, ma di ogni Chiesa particolare, senza dubbio è precipua quella di mantenere e promuovere il decoro della Casa di Dio, dove gli augusti misteri della religione si celebrano e dove il popolo cristiano si raduna, onde ricevere la grazia dei Sacramenti, assistere al santo Sacrificio dell’Altare, adorare l’augustissimo Sacramento del Corpo del Signore ed unirsi alla preghiera comune della Chiesa nella pubblica e solenne officiatura liturgica.(…) È però di moto proprio e certa scienza pubblichiamo la presente Nostra Istruzione, alla quale, quasi a codice giuridico della musica sacra, vogliamo dalla pienezza della Nostra Autorità Apostolica sia data forza di legge, imponendone a tutti col presente Nostro Chirografo la più scrupolosa osservanza.  Sarebbe veramente da augurarsi che il coraggio di San Pio X trovasse un qualche riscontro anche nella Chiesa dei nostri giorni.

Roma,  2011
                                                                                              Mº Mons. Valentino Miserachs Grau
Preside del PIMS





sábado, 12 de noviembre de 2011

Homilía del cardenal Castrillón Hoyos del sábado 5 de noviembre de 2011 en San Pedro de Roma (traducción española y texto original italiano)



Homilía de la Santa Misa de Santa María en Sábado
en ocasión de la Vigésima Asamblea General
de la Federación Internacional “Una Voce”

Basílica de San Pedro
Capilla del Santísimo Sacramento
Sábado 5 de noviembre de 2011

Dario Card. Castrillón Hoyos

¡Sea alabado Jesucristo!

Saludo al Dr. Leo Darroch, presidente de la Federación Internacional “Una Voce”, y a los señores delegados de la XX Asamblea General, así como a todos los fieles presentes.

Agradezco especialmente al presidente Darroch por su gentil invitación a oficiar este sagrado rito, el cual tiene lugar cuatro años después de promulgado el motu Proprio Summorum Pontificum de Su Santidad Benedicto XVI.

Bienamados hermanos y hermanas:

Me siento en verdad gozoso de estar aquí entre vosotros para expresar un sentido agradecimiento a la Divina Providencia, que nunca deja de socorrer a sus hijos que la invocan con confianza. Al mismo tiempo manifestamos nuestro sincero reconocimiento a nuestro amado Santo Padre Benedicto XVI, que con su clarividente solicitud pastoral ha devuelto a la Iglesia universal el sagrado rito gregoriano, dándole un nuevo impulso después de tantos lustros de olvido.

“Consta efectivamente que la liturgia latina de la Iglesia en sus varias formas, en todos los siglos de la era cristiana, ha impulsado en la vida espiritual a numerosos santos y ha reforzado a tantos pueblos en la virtud de la religión y ha fecundado su piedad” declara Benedicto XVI en el motu proprio Summorum Pontificum.

Es en la obediencia, obsequio y respeto para con el Magisterio de la Iglesia (máxime en relación con el supremo Magisterio de Pedro) como se actualiza en la vida de todo creyente el propósito fundamental de la sequela Christi (el seguimiento de Cristo).

En tal óptica se inserta la recta comprensión de los deberes y de los derechos de los fieles, que en la sagrada liturgia encuentran su forma de expresión más eminente, explicitando en la fuerza santificante de la acción sacramental el verdadero culto al Dios Altísimo, Creador y Señor del universo.

El Santo Padre Benedicto XVI, cuya profunda sensibilidad litúrgica es bien conocida, ha reiterado frecuentemente con su alto magisterio la importancia de la liturgia y de su recto uso, a fin de que en la diversidad de las formas cultuales pueda resplandecer la riqueza de los tesoros de fe y espiritualidad  de la Esposa de Cristo, ya que la relación entre el misterio creído y celebrado se manifiesta de modo peculiar en el valor teológico y litúrgico de la belleza. En efecto, la liturgia, como también la Revelación cristiana, está vinculada intrínsecamente con la belleza: es veritatis splendor (Benedetto XVI, Es. Ap. Sacramentum Caritatis, n.35).

El rito gregoriano con su solemnidad y sublimidad de contenidos constituye indudablemente una forma excelente de elevar a Dios la alabanza que le es debida, ofreciendo, al mismo tiempo, a los fieles una más profunda percepción del Misterio que celebra.

Semejante magnificencia no es debida simplemente a una suma de elementos exteriores y de índole puramente estética, sino que éstos más bien brotan y se nutren de una profunda interioridad.

Podemos afirmar que se complementa así el deber de ofrecer a Dios con la mayor dignidad el tributo de adoración y de alabanza propio de su Majestad con el derecho que tienen los fieles de poder expresar de la mejor manera posible su aspiración de poner en acto adecuadamente dicho deber.

Al escuchar la perícopa evangélica de San Lucas que trae la misa de hoy no debe sorprendernos que a las palabras de encomio que la mujer del pueblo pronuncia refiriéndose a la Madre del Salvador –“Bienaventurado el seno que te llevó… etc. (Luc. XI, 27) – responda Éste recordando la bienaventuranza de la obediencia a la Palabra de Dios.

Argumentando de esa manera, Nuestro Señor Jesucristo, en efecto, no toma en absoluto sus distancias de la afirmación de elogio dirigida a la Santísima Virgen; más bien la refuerza, subrayando la preclara virtud de la total oblación que en Ella refulge más que en ninguna otra criatura, a tal punto que con la misma se marca indeleblemente el exordio de la redención de la Humanidad.

Al mismo tiempo nos recuerda cómo la Virgen fue elegida por la Santísima Trinidad como modelo y guía de aquellos que nada anteponen a la salvación eterna: es justamente imitando la obediencia fiel de la Madre del Amor Hermoso como nuestra propia obediencia de caminantes en busca de Dios logra encontrar un sendero seguro que nos conduzca al Sumo Bien.

Estamos seguros de poder decir que la obediencia a Dios pasa por la obediencia a María, hasta tal punto que en la sincera devoción a tan excelsa Reina se manifiesta elocuentemente la divina predilección hacia las criaturas que han comprendido este admirable secreto del espíritu.

A tal propósito escribe San Luis María Grignion de Montfort en su Tratado de la Verdadera Devoción a María, refiriéndose al libro de los Proverbios (VIII, 32):

«…finalmente, los predestinados siguen el ejemplo de la Santísima Virgen, su tierna Madre. Es decir, la imitan y, por esto, son verdaderamente dichosos y devotos y llevan la señal infalible de su predestinación, como se lo anuncia su cariñosa Madre: "Dichosos los que siguen mis caminos", es decir, quienes con el auxilio de la gracia divina practican mis virtudes y caminan sobre las huellas de mi vida » (n. 200).

El singular compendio de todas las virtudes con el cual ha adornado la Divina Sabiduría a la Santísima Virgen es como el reflejo de aquella humildad inigualable que ha hecho de Ella Soberana de gracia y Madre de misericordia ante el Corazón Divino.

La obediencia de Santa María Virgen es la perfumada flor germinada en el surco de esta su insondable humilitas, que embriaga suavemente a toda alma deseosa de rendirle homenaje y de pedirle ayuda y protección.

El Santo Doctor de la Iglesia Alfonso María de Ligorio delinea algunos importantes principios teológicos sobre el papel de María Santísima a favor del pueblo cristiano:


«al llamar a María "Mediadora", mi intención ha sido llamarla tan sólo Mediadora de gracia, a diferencia de Jesucristo, que es el primero y único mediador de justicia. Llamando a María "Omnipotente"… he pretendido llamarla así en cuanto que ella, como Madre de Dios, obtiene de Él cuanto le pide en beneficio de sus devotos… Llamando, en fin, a María nuestra "Esperanza", entiendo llamarla tal porque todas las gracias (como entiende san Bernardo) pasan por sus manos» (cfr. op. cit., Parte I, Sobre la Salve Regina, Protestación del Autor).

El alma obediente a Dios –bajo el ejemplo de María Santísima– se halla toda ella invadida por el deseo de cumplir su voluntad a cualquier precio. No en otra cosa consiste el amor de las creaturas, como recuerda el mismo Salvador:


“El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama” (Ioann. XIV,  21).

Santo Tomás de Aquino, refiriéndose a esta afirmación del Señor, escribe:

“…hay quien tiene los mandamientos de Dios en el corazón mediante el recuerdo y la asidua meditación… Pero esto no basta si luego no los observa en el obrar… Otros tienen los mandamientos en la boca para recitarlos y para exhortar… También éstos, sin embargo, deben observarlos en sus obras... Otros, en fin, tienen los mandamientos en las orejas y los escuchan de buena gana y con diligencia… Mas esto tampoco basta si no los guardan” (Comentario al Evangelio según san Juan, XIV, § 1933).

Si es cierto que el culto más agradable a Dios es aquel de hacer su voluntad, al mismo tiempo no se puede no tener en cuenta la extraordinaria importancia del culto externo, del cual la Sagrada Liturgia constituye el medio privilegiado por el cual se actualiza.

La difundida práctica de los abusos en campo litúrgico durante los años del posconcilio ha producido profundas heridas en la Iglesia, desautorizando la preeminencia de aquel espíritu de obediencia al Magisterio de la Iglesia que debería caracterizar infaltablemente la expresión de la fe.

El ars celebrandi proviene de la obediencia fiel a las normas litúrgicas en su plenitud, pues es precisamente este modo de celebrar lo que asegura desde hace dos mil años la vida de fe de todos los creyentes (Benedicto XVI: Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis, n. 38).

Sabemos cómo el pretendido “espíritu del Concilio” constituye para algunos un instrumento para propugnar reivindicaciones oportunistas dirigidas a imponer inquietantes modos de pensar y de obrar.  Son ellos responsables de peligrosas desviaciones teológico-pastorales que perjudican concretamente la vida de fe del pueblo de Dios.

La Sagrada Liturgia, en especial, es a menudo objeto de arbitrarias interpretaciones que trastornan su naturaleza y sus fines, causando sufrimiento y desorientación en los christifideles (fieles), convertidos en espectadores atónitos de prácticas marcadas por formas insólitas de creatividad exasperada.

Queridos fieles:

En este propicio e importante día para vuestra piadosa organización, surgida del amor a Jesús y a su Iglesia, ofrezcamos nuestras plegarias para que la voz del Vicario de Cristo sea escuchada y amada por todos.

Imploremos  a la Santa Madre de Dios, la más humilde y exaltada de todas las criaturas, aquellos sentimientos de humildad y de obediencia que Dios requiere de las almas devotas, a fin de que toda nuestra vida sea una liturgia de alabanza en el cumplimiento gozoso de la voluntad divina.

¡Sea alabado Jesucristo!







Texto original en italiano:


Omelia della S. Messa di S. Maria in Sabato
in occasione della XX Assemblea Generale della
Federazione Internazionale “Una Voce”

Basilica di San Pietro
Cappella del SS.mo Sacramento
Sabato 5 novembre 2011

Dario Card. Castrillón Hoyos


Sia Lodato Gesù Cristo!

Saluto il Dr. Leo Darroch, Presidente della Federazione Internazionale “Una Voce”, i signori delegati della XX Assemblea Generale e tutti i fedeli presenti.

Ringrazio particolarmente il Presidente Darroch per il gradito invito a ufficiare questo sacro rito che ha luogo, tra l’altro, quattro anni dopo la promulgazione del Motu Proprio Summorum Pontificum di Sua Santità Benedetto XVI.

Cari fratelli e sorelle,

sono veramente lieto di essere qui tra voi per esprimere un sentito ringraziamento alla Divina Provvidenza che non manca mai di soccorrere i suoi figli che l’invocano fidenti; nello stesso tempo manifestiamo sincera gratitudine al nostro amato Santo Padre Benedetto XVI che con la sua lungimirante sollecitudine pastorale ha riconsegnato alla Chiesa universale il sacro Rito Gregoriano, dandogli nuova fioritura dopo molti lustri di oblio.

“Consta infatti che la liturgia latina della Chiesa nelle varie sue forme, in ogni secolo dell'età cristiana, ha spronato nella vita spirituale numerosi Santi e ha rafforzato tanti popoli nella virtù di religione e ha fecondato la loro pietà”, così Benedetto XVI (MP Summorum Pontificum).

Nell’obbedienza, ossequio e rispetto verso il Magistero della Chiesa, in sommo grado nei confronti del Supremo Magistero petrino, si attualizza nella vita di ogni credente il proposito fondamentale della sequela Christi.

In tale ottica si innesta la retta comprensione dei doveri e dei diritti dei fedeli che nella sacra liturgia trovano la loro forma di espressione più eminente, esplicitando con la forza santificante dell’azione sacramentale il vero culto al Dio altissimo, Creatore e Signore dell’universo.

Il Santo Padre Benedetto XVI, del quale è nota la profonda sensibilità liturgica, ha frequentemente ribadito con il suo alto Magistero l’importanza della liturgia e del suo retto uso, affinché nella diversità delle forme cultuali possa risplendere la ricchezza dei tesori di fede e spiritualità della Sposa di Cristo, poiché “il rapporto tra mistero creduto e celebrato si manifesta in modo peculiare nel valore teologico e liturgico della bellezza. La liturgia, infatti, come del resto la Rivelazione cristiana, ha un intrinseco legame con la bellezza: è veritatis splendor (Benedetto XVI, Es. Ap. Sacramentum Caritatis, n.35).

Il Rito Gregoriano con la sua solennità e sublimità di contenuti indubbiamente costituisce una forma eccellente per innalzare a Dio le lodi che gli sono dovute, dando nello stesso tempo ai fedeli una più profonda percezione del Mistero che si celebra.

Una tale magnificenza non è dovuta semplicemente a una somma di dati esteriori e di indole puramente estetica, piuttosto sgorgando e alimentandosi di una profonda interiorità.

Possiamo affermare che in tal modo si contempera il dovere di offrire a Dio nel modo più consono il tributo di adorazione e di lode proprio della sua Maestà con i diritti dei fedeli nel poter esprimere al meglio la loro aspirazione di mettere in atto adeguatamente siffatto proposito.

Nell’ascoltare l’odierno brano evangelico di San Luca non deve affatto destare meraviglia se alle parole di lode che la donna del popolo rivolge alla Madre del Salvatore - “Beato il grembo che ti ha portato …” (Lc 11, 27) - , questi risponde ricordando la beatitudine dell’obbedienza alla parola di Dio.

Così argomentando, infatti, il Signore Gesù non si discosta per nulla dall’affermazione di elogio diretta alla S. Vergine; piuttosto la rafforza, sottolineando quella preclara virtù di totale oblazione che in lei rifulge più che in ogni altra creatura, a tal punto da contrassegnare con essa i primordi della redenzione dell’umanità.

Nello stesso tempo ci rammenta come la Santa Vergine sia stata eletta dalla Beata Trinità quale  modello e guida di coloro che nulla antepongono alla salvezza eterna; è proprio imitando l’obbedienza fedele della Madre del bell’amore che la nostra obbedienza di viandanti in cerca di Dio riesce a trovare un sentiero sicuro che possa condurci al sommo bene.

Siamo certi di poter dire che l’obbedienza a Dio passa per l’obbedienza a Maria, tanto che nella sincera devozione a così eccelsa Regina si manifesta in modo  eloquente la predilezione verso le creature che hanno compreso questo ammirabile segreto dello spirito.

A tal proposito San Luigi Maria Grignion de Montfort, nel suo Trattato della Vera Devozione a Maria, richiamandosi al libro dei Proverbi (Pr 8,32), scrive:

“… i predestinati seguono le vie della Vergine Santa, loro Madre, e cioè la imitano. Proprio in questo sono veramente felici e devoti, e posseggono il segno infallibile della loro predestinazione, come dice loro questa Madre amorevole: Beati quelli che seguono le mie vie” (S. Luigi Maria Grignion de Montfort, Trattato della Vera Devozione a Maria, n.200).

Il singolare compendio di ogni virtù con il quale la divina sapienza ha adornato la Santissima Vergine, è come il riflesso di quella umiltà ineguagliabile che l’ha resa Sovrana di grazia e Madre di misericordia presso il cuore di Dio.

L’obbedienza della Beatissima Vergine è il fiore odoroso germogliato nel solco di questa sua insondabile humilitas che inebria soavemente ogni anima desiderosa di renderle omaggio e chiederle aiuto e protezione.

Il Santo Dottore della Chiesa Alfonso Maria de Liguori delinea alcuni importanti principi teologici sul ruolo di Maria Santissima a favore del popolo cristiano:

“Chiamando Maria Mediatrice ho inteso chiamarla tale, solo come Mediatrice di Grazia, a differenza di Gesù Cristo, che è il primo e l’unico Mediatore di Giustizia. Chiamando Maria Onnipotente …, ho inteso nominarla tale, in quanto ella come Madre di Dio ottiene da Lui colle sue preghiere quanto domanda a beneficio dei suoi devoti … Chiamando Maria nostra Speranza, ho inteso di chiamarla tale, perché tutte le grazie (come afferma S. Bernardo) passano per le sue mani” (cfr. S. Alfonso Maria de Liguori, Le Glorie di Maria, Parte I, Sopra la Salve Regina, Protesta dell’Autore).

L’anima obbediente a Dio - sull’esempio di Maria SS.ma – è tutta compresa dal desiderio di compierne la volontà a qualunque costo. In null’altro del resto consiste l’amore delle creature come ci ricorda lo stesso Salvatore:

“Chi accoglie i mie comandamenti e li osserva, questi mi ama” (Gv 14, 21).

San Tommaso d’Aquino in riferimento a tale affermazione del Signore scrive:

“…c’è qualcuno il quale ha i comandamenti di Dio nel cuore, mediante il ricordo e l’assidua meditazione … Però questo non basta, se poi non li osserva nell’operare … Alcuni hanno i comandamenti sulla bocca, per recitarli e per esortare… Anche costoro devono però osservarli nelle opere … Altri poi hanno i comandamenti negli orecchi e li ascoltano volentieri e con diligenza … Ma neppure questo basta, se essi non li osservano” (San Tommaso d’Aquino, Commento al Vangelo di San Giovanni, XIV, § 1933).

Se è vero che il culto più gradito a Dio è quello dell’adesione alla sua santa volontà, nello stesso tempo non si può non tener conto della straordinaria importanza del culto esterno di cui la Sacra Liturgia costituisce  il mezzo di attuazione privilegiato.

La diffusa prassi di abusi in campo liturgico negli anni del post - concilio ha determinato profonde ferite nella Chiesa, esautorando la preminenza di quello spirito di obbedienza al Magistero della Chiesa che dovrebbe immancabilmente caratterizzare espressione di fede.

“L’ars celebrandi scaturisce dall’obbedienza fedele alle norme liturgiche nella loro completezza, poiché è proprio questo modo di celebrare ad assicurare da duemila anni la vita di fede di tutti i credenti” (BENEDETTO XVI, Esort. Ap. Sacramentum Caritatis, n. 38).

Sappiamo come il cosiddetto “spirito del concilio” costituisca per alcuni uno strumento per propugnare pretestuose rivendicazioni volte ad imporre inquietanti modi di pensare e di agire; costoro si rendono responsabili di pericolose derive teologico- pastorali che danneggiano concretamente la vita di fede del popolo di Dio.

La Sacra Liturgia, in particolare, è sovente oggetto di arbitrarie interpretazioni che ne stravolgono la natura e i fini, causando sofferenza e disorientamento nei christifideles, divenuti spettatori attoniti di prassi marcate da forme bizzarre di esasperata creatività.

Cari fedeli,

in questo fausto ed importante giorno per il vostro pio sodalizio, sorto per amore a Gesù e alla sua Chiesa, offriamo le nostre preghiere perché la voce del Vicario di Cristo sia da tutti ascoltata e amata.

Imploriamo dalla Santa Madre di Dio, umile e alta più che creatura, quei sentimenti di umiltà e di obbedienza che Dio chiede alle anime devote, affinché tutta la nostra vita sia una liturgia di lode nell’adempimento gioioso della divina volontà.


Sia Lodato Gesù Cristo!



viernes, 11 de noviembre de 2011

Breve reseña de la XX Asamblea General de UNA VOCE en Roma (5-6 de noviembre de 2011)




El sábado 5 de noviembre pasado, como ya anunciáramos, dio comienzo la XX Asamblea General Estatutaria de la Federación Internacional Una Voce (FIUV) con una misa prelaticia oficiada en rito romano clásico por el Eminentísimo Señor Cardenal Darío Castrillón Hoyos, presidente emérito de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei. El santo sacrificio fue ofrecido en honor de la Santísima Virgen y por las intenciones del Santo Padre en el magnífico marco de la Capilla del Santísimo Sacramento de la Patriarcal Basílica Vaticana. También se rogó por el buen éxito del encuentro de los delegados provenientes de todo el mundo católico. 


Cabe destacar la presencia de distinguidas personalidades como el Revmo. Monseñor Pablo Colino Paulis, canónigo del Capítulo Vaticano y director emérito de la Reverenda Cappella Giulia; la Reverenda sor Margherita Marchione, MPF, ilustre defensora de la memoria del venerable Pío XII; Su Alteza Serenísima la princesa viuda von Thurn und Taxis, venida expresamente desde Baviera, y el Revmo. Dr. Don J.-A. Santolaria de Puey. En su homilía el cardenal Castrillón exhortó a los miembros de Una Voce a colaborar con el Papa en lo que respecta al verdadero valor y la libertad de celebrar según la forma extraordinaria del rito romano, misión más que nunca necesaria hoy, frente a las resistencias siempre presentes.


Después de la misa, los delegados de Una Voce se dieron cita en el Hotel Casa Tra Noi, no lejos de la Basílica de San Pedro, para una comida de confraternidad, presidida por el Eminentísimo Señor Cardenal Raymond Leo Burke, prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, que quiso compartir su mesa con dos de los miembros fundadores de la Federación –el Prof. Jacques Dhaussy (Francia) y el Prof. Helmut Rückriegel (Alemania)– y con los más jóvenes representantes de asociaciones de cuatro de los cinco continentes presentes en la asamblea. Al final del ágape, el Cardenal dio su bendición a todos los comensales.


Después de la misa, los delegados de Una Voce se dieron cita en el Hotel Casa Tra Noi, no lejos de la Basílica de San Pedro, para una comida de confraternidad, presidida por el Eminentísimo Señor Cardenal Raymond Leo Burke, prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, que quiso compartir su mesa con dos de los miembros fundadores de la Federación –el Prof. Jacques Dhaussy (Francia) y el Prof. Helmut Rückriegel (Alemania)– y con los más jóvenes representantes de asociaciones de cuatro de los cinco continentes presentes en la asamblea. Al final del ágape, el Cardenal dio su bendición a todos los comensales.

Acto seguido dio comienzo la primera sesión, reservada a los delegados de la FIUV, durante la cual se trataron los temas indicados en la agenda y se eligió a un nuevo Consejo General. Asimismo se confirmó la reelección del Sr. Leo Darroch como presidente de la Federación por voto unánime. Es de destacar el magnífico trabajo desempeñado desde su primera elección en 2007, coincidiendo con la entrada en vigor del motu proprio Summorum Pontificum. Desde entonces, se han multiplicado las nuevas asociaciones, siendo la nota general de las mismas la juventud de sus miembros. De hecho, se dio la bienvenida en el seno de la federación como miembros de pleno derecho a siete nuevos grupos: Ecclesia Dei Society of St Joseph (Filipinas), Una Voce Japan (Japón), Una Voce Portugal, Una Voce Natal (Brazil), Una Voce Cuba, Una Voce Albaruthenia (Bielorrusia) y Una Voce Ucraina (Ucrania).

La nueva Junta Ejecutiva quedó conformada de la siguiente manera: el inglés Leo Darroch (Presidente), el holandés Jack Oostveen (Vicepresidente 1º), el estadounidense Jason King (Vicepresidente 2º), el francés Patrick Banken (Vicepresidente 3º), la alemana Monika Rheinschmitt (Tesorera) y el irlandés Thomas Murphy (Secretario). El español Rodolfo Vargas Rubio presentó su renuncia a la secretaría general por motivos de salud, permaneciendo no obstante como miembro del Consejo General y como intermediario para la incorporación de nuevas asociaciones de lengua española.



El domingo 6 de noviembre, por la mañana, los delegados asistieron a la misa solemne celebrada en la Parroquia de la Santísima Trinidad dei Pellegrini, regida por el Rev. P. Joseph Kramer, FSSP. Cabe recordar que es ésta la primera parroquia personal erigida en Roma en conformidad con lo dispuesto en el motu proprio Summorum Pontificum. El trabajo desarrollado por el Sr. Párroco y sus colaboradores es más que notable y constituye un gran servicio para los visitantes de la Ciudad Eterna que desean frecuentar la Santa Misa y los sacramentos en el rito romano clásico, aparte de otros lugares de culto donde se ha venido cultivando esta liturgia ya desde los tiempos del motu proprio Ecclesia Dei adflicta (como, por ejemplo, la iglesia de los Santísimos Nombres de Jesús y María en la Via Lata, diaconía del cardenal Domenico Bartolucci).


Después de la comida de confraternidad, se dio comienzo a primera hora de la tarde a la sesión pública de la asamblea, que consistió en un foro abierto, durante el cual se sucedieron las intervenciones de ilustres disertantes. La primera estuvo a cargo del Rev. Don Giuseppe Valluari, de los Hijos de la Providencia (fundación de Don Orione), que habló sobre las oraciones llamadas “privadas” del sacerdote durante la misa. Siguió el Rev. Don Stefano Carusi, del Instituto del Buen Pastor, el cual trató sobre el carácter y carisma específico del mismo. A continuación tomó la palabra el Dr. Helmut Rückriegel, uno de los fundadores de la FIUV, para trazar una historia del movimiento y de su relación con la defensa de la liturgia romana, dirigida sobre todo a los nuevos miembros de la Federación.  El Revmo. Monseñor Valentín Miserachs Grau, presidente del Pontificio Instituto de Música Sacra (PIMS), ofreció a la asistencia una semblanza sobre esta benemérita institución de la Santa Sede que ha cumplido este año su primer centenario. El R.P. Joseph Kramer dio testimonio de lo que se debe a Mons. Miserachs por cuanto ha hecho y sigue haciendo por la difusión de la auténtica música sacra en Roma. Seguidamente el Revmo. Dr. Don José-Apeles Santolaria de Puey y Cruells deleitó a la concurrencia con una magistral disertación acerca del valor de la romanitas (romanidad) y de su expresión más acabada –el rito romano clásico– para la Tradición. El R.P. Joseph Kramer, de la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro, informó sobre el apostolado de su instituto y de su parroquia romana. Hizo lo propio el Rev. Canónigo Joseph Luzuy, del Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote, que cerró las disertaciones. La XX Asamblea General Estatutaria de la FIUV quedó clausurada con el canto de la Salve y la bendición de los sacerdotes presentes.


Entre las iniciativas presentadas, Roma Aeterna propuso la celebración durante el próximo año 2012 del quincuagésimo aniversario de la publicación de la edición típica del Missale Romanum del beato Juan XXIII (23 de junio de 1962), expresión de la forma extraordinaria del rito romano (“extraordinaria expressio eiusdem Legis orandi Ecclesiae), como la define oficialmente el papa Benedicto XVI (cfr. Motu proprio Summorum Pontificum, 1). La efeméride coincide, además, con el cincuentenario de la constitución apostólica Veterum sapientia del mismo beato Juan XXIII (22 de febrero de 1962). La conmemoración de ambas fechas, a la que Roma Aeterna dedicará sus mayores esfuerzos en los próximos meses, será una preparación adecuada para enfocar el año de la fe convocado por el Santo Padre felizmente reinante con motivo de los cincuenta años del comienzo del Concilio Vaticano II (XXI de los Ecuménicos).