jueves, 24 de diciembre de 2009

La Calenda de Navidad

Jesucristo es el Señor de la Historia


La festividad de la Natividad de Nuestro Señor o más simplemente Navidad constituye el centro del ciclo litúrgico dedicado a la Encarnación, el cual es preparado por los cuatro domingos de Adviento. Originalmente se celebraba en Oriente la Epifanía el 6 de enero y en ella se conmemoraba, juntamente con la Adoración de los Magos (manifestación a los gentiles), el nacimiento de Jesús y sus manifestaciones a los judíos (el Bautismo en el Jordán y las Bodas de Caná). En el siglo IV, la peregrina Eteria nos ofrece un conmovedor relato de los festejos del nacimiento del Señor en Jerusalén. A mediados de esa misma centuria aparece ya en Roma –que desconocía la Epifanía– una festividad propia para conmemorar el nacimiento del Hijo de Dios, probablemente bajo el influjo del Natalis Inuicti, fiesta pagana dedicada al Sol Invicto, que, con el solsticio de invierno, llegado a su punto mínimo, comienza a remontar nuevamente, por lo cual las noches comienzan a ser más breves. Por eso es Cristo llamado el Sol de Justicia (Sol Iustitiae): como el sol astro da y renueva la vida natural, así el Verbo Encarnado hace brillar su gracia para dar y renovar la vida sobrenatural. De ahí que se tomara el Natalis Inuicti del 25 de diciembre y se lo cristianizara.

En la Liturgia Romana se anuncia la Natividad de Jesucristo mediante el llamado pregón o Calenda de Navidad, que se canta en el coro a la hora canónica de Prima al comenzar el Martirologio del día 24 de diciembre (ya que cada día se leen los elogios de los santos del día siguiente). La Calenda tal como figura en la edición tradicional del Martirologio parece tener como antecesora la mención que hace del Nacimiento de Cristo el manuscrito del Chalki de Hipólito (que, es auténtico, supone ya la celebración romana de la Navidad a comienzos del siglo III), que reproducimos a continuación en transcripción latina (los pasajes entre corchetes se cree que son extrapolaciones tardías): “He gar prote parousia tou kyriou hemon he ensarkos [en he gegennetai] en Bethleem, egeneto [pro okto kalandon ianouarion hemera tetradi] Basileuontos Augoustou [tessarakoston kai deuteron etos, apo de Adam] pentakischiliosto kai pentakosiosto etei epathen de triakosto trito [pro okto kalandon aprilion, hemera paraskeun, oktokaidekato etei Tiberiou Kaisaros, hypateuontos Hrouphou kai Hroubellionos”] (Comm. In Dan., IV, 23; Brotke; 19). He aquí la traducción castellana: "La primera venida de Nuestro Señor en la carne [en la que fue engendrado], en Belén, sucedió [el 25 de diciembre, el cuarto día] durante el reinado de Augusto [el cuadragésimo segundo año, y] en el año 5500 [desde Adán]. Sufrió en Su trigésimo tercer año [el 25 de marzo, en el decimoctavo año de Tiberio César, durante el consulado de Rufo y Rubelio]".


El Imperio Romano, bajo el cual nació el Mesías


Los datos cronológicos que figuran en la Calenda natalicia son los de la tradición judía y el cristianismo primitivo. Con ellos se traza sucintamente toda la Historia de la Salvación: la Creación, el Diluvio, la Alianza con Abraham, la liberación del pueblo elegido gracias a Moisés, el llamado de David a la realeza de la que estará investido el Mesías, su descendiente, profetizado por Daniel. También se mencionan las principales fechas de la tradición civil romana: el cómputo por las Olimpíadas (de origen griego), la fundación de Roma y el reinado de Augusto, ya que Jesucristo, como Hombre, iba a ser súbdito del Imperio Romano, el que iba a contribuir con la Cultura Clásica a la construcción de la Civilización Cristiana gracias a su conjunción con el Evangelio. Este pregón, además, está compuesto de una forma maravillosa: en un continuo crescendo, nos da una visión de la Historia que culmina en Jesucristo como en su centro y razón. Como pieza literaria es sencillamente preciosa. No digamos su valor espiritual: enriquece a quien lo lee piadosamente y lo medita en su corazón. Por eso lo reproducimos a continuación en su versión tradicional (Martyrologium Romanum, ed. 1956):

Anno a creatione mundi, quando in principio Deus creavit caelum et terram, quinquies millesimo centesimo nonagesimo nono; a diluvio autem, anno bis millesimo nongentesimo quinquagesimo septimo; a nativitate Abrahae, anno bis millesimo quintodecimo; a Moyse et egressu populi Israel de Aegypto, anno millesimo quingentesimo decimo; ab unctione David in Regem, anno millesimo trigesimo secundo; Hebdomada sexagesima quinta, juxta Danielis prophetiam; Olympiade centesima nonagesima quarta; ab urbe Roma condita, anno septingentesimo quinquagesimo secundo; anno Imperii Octaviani Augusti quadragesimo secundo, toto Orbe in pace composito, sexta mundi aetate, Jesus Christus, aeternus Deus aeternique Patris Filius, mundum volens adventu suo piissimo consecrare, de Spiritu Sancto conceptus, novemque post conceptionem decursis mensibus, in Bethlehem Judae nascitur ex Maria Virgine factus Homo. Nativitas Domini nostri Jesu Christi secundum carnem.

En el año cinco mil ciento noventa y nueve de la creación del mundo, cuando Dios hizo el cielo y la tierra; en el dos mil novecientos cincuenta y siete desde el Diluvio; en el año dos mil quince desde el nacimiento de Abraham; en el año mil quinientos diez desde Moisés y el éxodo de Egipto del pueblo de Israel; en el año mil treinta y dos desde la unción del rey David; en la semana sexagésima quinta según la profecía de Daniel; en la centésima nonagésima Olimpíada; en el año setecientos cincuenta y dos desde la fundación de Roma; en el año cuadragésimo segundo del imperio de Octaviano Augusto, estando todo el mundo en paz, , en la sexta edad del mundo, Jesucristo, eterno Dios e Hijo del eterno Padre, queriendo santificar la creación por su advenimiento, concebido por obra del Espíritu Santo y transcurridos nueve meses después de ser engendrado, nace hecho Hombre de María Virgen en Belén de Judá. Natividad de Nuestro Señor Jesucristo según la carne.




Desde ROMA AETERNA deseamos a nuestros amables seguidores y lectores Paz y Bien en Nuestro Señor, haciendo votos para que el espíritu de la Sagrada Familia reine en todos los hogares, sobre los que se derramen las copiosas bendiciones de la Providencia y misericordia Divina.

¡SANTA Y FELIZ NAVIDAD!

martes, 22 de diciembre de 2009

Artículo más que notable de un jesuita a favor del latín

Latine discere iuuat!


RECUPERAR EL LATÍN


Por el R.P. Kenneth Baker, S.I.

Es indudable que hemos constatado una crisis extrema en el conocimiento del latín en la Iglesia Católica desde el Vaticano II. Indudablemente no estaba en el espíritu de la mayor parte de los obispos presentes en el Concilio, que el aprobar la utilización de la lengua vernácula en la liturgia de la Iglesia llevara a la casi desaparición del latín tanto entre los obispos como entre los sacerdotes.

He aquí algunos ejemplos de lo que quiero explicarles. La mayor parte de los sacerdotes recientemente ordenados no conocen bastante el latín para celebrar la Misa según la forma extraordinaria. La mayor parte de los obispos designados para reunirse en los sínodos en Roma son incapaces de comprender el latín cuando es utilizado. No saben ya leerlo o hablarlo. He sido testigo personalmente de esto desde hace 35 años. ¡Y esto ocurre en una Iglesia cuya lengua oficial es el latín! Muy importantes documentos del Vaticano, que durante más de 1.500 años eran escritos en latín, son ahora escritos en lenguas vernáculas y posteriormente traducidos al latín. Un buen ejemplo de esto es el del Catecismo de la Iglesia Católica, que fue redactado en francés y posteriormente traducido al latín.

El beato Juan XXIII, Papa de la Veterum sapientia

El descuido del latín en los seminarios comenzó sobre 1960. El Papa Juan XXIII intentó detener el declive del latín promulgando su constitución apostólica Veterum Sapientia en 1962. Pero tantos los obispos como los superiores religiosos no aplicaron el deseo del Pontífice y no obligaron a ello, restando letra muerta. Yo recuerdo haber preguntado a un seminarista jesuita al principio de los años setenta si conocía el latín. Me respondió: “No. No hace falta. Todo lo que necesitamos saber está disponible en traducciones inglesas”.

Querría llamar vuestra atención sobre un artículo de esta publicación: “Hacer retornar el latín” del profesor Mark Clark, que enseña latín en el Christendom College, en Front Royal, Virginia. El profesor Clark destaca que cerca de dos mil años de historia, de teología y de cultura católicas son en lengua latina. Aquellos que no conocen el latín, no tienen más acceso a este tesoro que en traducciones vernáculas, pero ninguna traducción puede dar totalmente los matices y el sentido que se encuentra en los originales. Por lo tanto, cuando obispos y sacerdotes ignoran el latín, están privados del acceso directo a las fuentes de la cultura católica. Es una catástrofe de primera magnitud y hay que hacer necesariamente algo. Me han dicho que no hay más que cinco o seis especialistas de latín en Roma misma que sean capaces de traducir en latín documentos como el Catecismo.

Los padres del Vaticano II pensaron que el latín continuaría siendo la lengua común de los sacerdotes en el mundo entero. En su primera constitución sobre la liturgia, declararon: “El uso de la lengua latina, salvo derecho particular, será conservado en los ritos latinos”. Pero, por otra parte, no se daban cuenta realmente de lo que hacían al aprobar el uso de la lengua vernácula “que puede ser muy útil al pueblo”. Esta era una de las “bombas de relojería” disimuladas en los documentos del Vaticano II, que la mayor parte de los obispos que los habían votado no habían advertido.


¡El Concilio no suprimió el latín!

¿Es demasiado tarde para que el latín vuelva a ser una lengua viva entre los clérigos y los universitarios laicos católicos? El profesor Clark ve signos ciertos de un retorno posible del latín. Uno de ellos es sin duda la popularidad creciente e incesante de la Misa tradicional latina y el hecho de que ella es cada vez más aceptada en todo el país. El hecho de que el Papa haya promulgado en 2007 el motu proprio Summorum Pontificum, constituye otro signo. Muchos jóvenes sacerdotes están en vías de aprender latín a fin de poder celebrar la Misa según la forma extraordinaria que encontramos en el Misal romano de 1962. En la basílica de San Pedro, también, constatamos actualmente un renacimiento del canto gregoriano.

Sería una señal fuerte para el retorno del latín que el Papa ordenase a todos los seminaristas que se forman para el sacerdocio católico el deber de aprender a celebrar la Misa en latín. Hay un rumor según el cual esto será estudiado en Roma. Ello querría decir que todos los seminarios deberían de nuevo enseñar el latín, y exigir que al menos se pueda leer para poder ser ordenado. Cuando tuve mi formación de jesuíta en los años cincuenta, las clases eran impartidas en latín, nuestros manuales estaban en latín y el examen oral de fin de año era realizado en latín. Al ser ordenados, podíamos leer, escribir y hablar en latín.

El latín es un factor de unidad para todos los católicos romanos. Espero y rezo para que el Espíritu Santo inspire a nuestro Papa y a nuestros obispos a fin de que hagan regresar el latín como signo de la unidad de la Iglesia.


Artículo publicado en la Homiletic and Pastoral Review, nº de Diciembre de 2009.

Traducción española: D. José Luis Cabrera Ortiz para UNA VOCE MÁLAGA


domingo, 20 de diciembre de 2009

Pío XII ya es Venerable


Por fin es un hecho: el Santo Padre Benedicto XVI firmó ayer por la mañana el decreto de heroicidad de virtudes del Siervo de Dios Pío XII, con lo que pasa a ser Venerable. De esta manera se desbloquea el proceso de beatificación del papa Pacelli, objeto de una injusta cuanto deshonesta polémica. El buen hacer del papa Ratzinger queda una vez más patente con este acto de valentía y de gran sentido eclesial. Junto con Pío XII también es Venerable su sucesor Juan Pablo II, por él preconizado obispo en 1958, lo cual no deja de ser una sugestiva coincidencia (que no casualidad).

Saludamos en el Venerable Pío XII al gran papa de la liturgia, al que le dio su carta magna en la bella y magistral encíclica Mediator Dei de 1947, lo que le hace acreedor al merecidísimo título de Doctor Liturgicus. Uniéndonos al regocijo de todos los devotos del papa Pacelli en el mundo entero, queremos hacerle un pequeño homenaje mostrándolo en el desempeño de su oficio de liturgo, en todo conforme al espíritu sacerdotal definido por la epístola a los Hebreos: "Omnis namque pontifex ex hominibus assumptus pro hominibus constituitur in his, quae sunt ad Deum, ut offerat dona et sacrificia pro peccatis” (Pues todo pontífice, tomado de entre los hombres, es constituido a favor de los hombres en cuanto a las cosas de Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados”).





Recogiendo, en fin, la exhortación del R.P. Gumpel, S.I., relator de la causa de beatificación de Eugenio Pacelli en el sentido de orar para que se compruebe el milagro necesario para ésta, reproducimos la oración compuesta por Mons. Petrus Canisius van Lierde, que fuera vicario de la Ciudad del Vaticano, pidiendo gracias por intercesión del hoy ya Venerable Pío XII. Toca a nosotros los fieles difundir ahora su devoción para que suba pronto a la gloria de los altares.


Venerabilis Pie XII: ora pro nobis!